GUAVIARE CAPÍTULO 1
Ruta del Chaquén 2.0
VIDEO CAPÍTULO 1
Producción Nuestra Tierrita: Cámara 1: Duvan Fiallo; Cámara 2: Pedro Aldana; Coordinación periodística: Edgar A. Núñez; Guion: Edgar A. Núñez y Pedro Aldana; Postproducción: Duvan Fiallo Sonido: Edwin Castiblanco. Bogotá Colombia.
Después de un vuelo placentero de una hora desde la ciudad de Bogotá a San José del Guaviare fuimos recibidos, al bajar del avión, por un aire cálido y un sol radiante para el cual no estábamos preparados, 22 grados de temperatura nos indicaba que una nueva expedición de la Ruta Chaquén había comenzado.
Mientras bajaban las maletas del avión nos percatamos de que las instalaciones del aeropuerto estaban en perfectas condiciones, lo que permite que siempre haya una constante conexión con el centro del país y otras poblaciones.
Al salir de allí, nos esperaba Alejandra Dueñas, bióloga de la Universidad El Bosque y Juan Guerrero, guía turístico de Biodiversa Travel, quienes nos dieron la bienvenida con una sonrisa y un caluroso saludo.
El tiempo apremiaba y fue necesario dirigimos al hotel, que estaba a tan solo unas cuadras del aeropuerto y en pleno centro de la ciudad, con el fin de dejar nuestras pertenencias y alistar el equipo para ir hacia nuestra primera travesía: Laguna Negra.
Después de unos minutos, a la entrada del hotel, ya estaba listo nuestro transporte, el cual nos llevó a las afueras del municipio de San José del Guaviare. Durante nuestro recorrido de 20 minutos, por una carretera en perfectas condiciones, disfrutamos del paisaje maravilloso de la llanura. Luego, de improvisito, nuestro trayecto se hizo difícil por la corta trocha que nos llevaba a la Vereda Playa Guio.
Al final del camino se veía una extensa selva, con diversas clases de árboles y fauna que daba una sensación de paz. Junto a ese paisaje se podía observar un gran caudal de agua, donde reposaban algunas lanchas con las que se transportan los lugareños y al otro lado de la orilla una casa azul con entejado de zinc, de donde salió Álvaro Callejas, un hombre de 60 años de edad, y una de las personas que más ha estado en ese punto de la región y quien, en esta oportunidad, iba a ser nuestro capitán de la embarcación.
Mientras Álvaro se acercaba con la lancha a nuestra orilla del río, conversábamos con Alejandra Dueñas, sobre lo que podíamos encontrar y avistar en esta zona y de lo que hace la Universidad El Bosque en este sector del Guaviare. Ella nos comentaba que la institución educativa realiza diversas investigaciones y estudios sobre la fauna, el agua y el turismo; sobre todo, acerca de los que están más cerca de la zona rural de San José del Guaviare, como es Caño Negro y la Laguna Negra.
Álvaro, quien portaba gafas, vestía con cachucha azul, camisa de cuadros roja, pantalón verde y botas pantaneras, nos entregó unos chalecos salvavidas, prenda indispensable para la seguridad de los turistas, sobre todo para estos recorridos. Luego, nos invitó a subirnos a una pequeña lancha azul, que se encontraba flotando en la orilla de Caño Negro.
Uno a uno nos embarcamos en la lancha. Álvaro encendió el motor e iniciamos nuestro recorrido por Caño Negro. Las aguas apaciguas se asemejaban a un espejo. Álvaro nos contaba que el color de estas fuentes hídricas se debe a la descomposición de las hojas y ramas caídas de los árboles y los cuales llegan allí desde todas las quebradas, caños y ríos que nacen de la Serranía de La Lindosa.
Mientras la lancha flotaba sobre aguas mansas y se abría paso entre árboles acuáticos, comenzamos a avistar diferentes especies de animales que habitaban allí. Logramos ver mariposas que revoloteaban por todos lados, monos churucos, saltando entre las copas de los árboles y diferentes especies de aves, entre ellas la Pava Hedionda, llamada así no por su fisionomía, porque en realidad es bella, sino porque es considerada plaga, debido a que se reproduce muy rápido y su carne no es comestible, así nos dijo Álvaro.
Después de ver cómo la naturaleza nos daba una lección de cuán majestuosa puede mostrarse, el paisaje de Caño Negro comenzó a cambiar. Los árboles desaparecían como si se estuvieran retirando para darnos paso, pero en realidad es que estábamos entrando a Laguna Negra, un gran espejo de agua rodeado de una exuberante vegetación.
Al igual que Caño Negro, las aguas de la Laguna Negra son tranquilas y se podía ver cómo se unían con el firmamento y enmarcaban un hermoso cuadro de colores, gracias a su reflejo. En este sitio, decía Alejandra, también se pueden observar toda clase de especies de animales, como babillas, delfines y tortugas.
Al cruzar la laguna, desembarcamos en una pequeña playa donde están construidas dos casas en las que habitaban personas del lugar y que eran muy buenas anfitrionas. Allí, el que desea se puede refrescar con bebidas y realizar diferentes actividades, como nadar, pescar, practicar velerismo y snorkel.
Ya el sol comenzaba a ocultarse avisándonos que este recorrido estaba por terminar, por lo que nos alistamos y embarcamos de nuevo a la lancha, el paisaje del atardecer era hermoso, pues se veían nuevas pinceladas en el horizonte. Definitivamente, esta fue una experiencia muy grata, en la cual nuestros sentidos se conectaron con la naturaleza y Nuestra Tierrita.
En nuestro segundo día, hacia las 8 de la mañana, emprendimos viaje hacia uno de los sitios más emblemáticos e importantes de la zona, donde las personas además de realizar investigación y estudios medioambientales, se encuentran con lo espiritual y ancestral: la Reserva Natural Diamante de las Aguas.
Un lugar, que como su nombre lo dice, es una joya natural y se encuentra a tan solo 7 km del casco urbano de San José del Guaviare, donde es necesario llegar a pie por un largo trayecto rico en plantas y árboles que nos protegía del radiante sol, gracias a su sombra.
Sin embargo, el clima comenzó a variar y se tornó más agradable, las nubes poco a poco se volvían cómplices de esta experiencia, dándonos un respiró del sol que parecía tan agobiante. Después de unos minutos de caminata llegamos a un punto donde fue necesario despojarnos de nuestras botas para atravesar un caudal de agua cristalina, que nos invitaba a refrescarnos.
Al cruzar el rio, nos calzamos de nuevo y comenzamos a caminar por un sendero empedrado, donde algunas partes se asemejaban a la lava volcánica y otras, tenían formación coralina. Al preguntarle a Alejandra Dueñas, bióloga de la Universidad El Bosque, nos dijo que el suelo de esa región hacía parte del escudo guyanés, las rocas más antiguas de Suramérica que tienen una edad de más de 570 millones de años y cubre los países de Venezuela, Brasil y Colombia.
Después de 20 o 30 minutos de caminata nos acercaros al frondoso terreno de la Serranía y fuimos recibidos por el canto de los Martín Pescador, los cuales revoloteaban a nuestro alrededor como si estuvieran dándonos la bienvenida.
Nos internamos en el bosque y después de pasar por algunos pequeños caños, senderos estrechos y pisar diferentes hojas secas y raíces, el cielo comenzó abrirse; lo que nos anunció nuestra llegada a un paraje maravilloso, un oasis adornado de dos casas de madera, las cuales eran protegidas por la sombra de palmeras, árboles de tuno, mango y manzanos brasileros.
En una de esas casas nos esperaba Jairo Sedano y su familia, quienes, desde hace algunos años, cambiaron la ganadería por la protección del lugar y todo su ecosistema, puesto que la sostenibilidad ambiental se ha convertido para ellos en un equilibrio muy importante para sus vidas. Es por esta razón que su finca se ha convertido en un paraíso natural.
Jairo, quien vestía sombrero, camisa con el diseño del gráfico de su remanso de paz, jean, botas y un machete terciado a su cinto, nos invitó a tomar un delicioso café, mientras dejaba de llover. Después de un tiempo considerable y al ver que no escampaba decidimos continuar la travesía.
De esa manera, continuamos nuestra aventura al adentrarnos un poco más en este territorio. Por lo cual, seguimos a Jairo, quien agarró su bastón de mando para iniciar la caminata dentro de sus terrenos por un sendero tupido de plantas.
Para Jairo Sedano este sitio es muy espiritual y de conexión con la naturaleza, así lo expresaba, mientras caminábamos entre las diferentes especies de árboles que allí habitan y los cuales sirven de soporte para aves de diferentes especies.
“Es más que un sitio para el agroturismo o el ecoturismo, es un aula para que las personas que llegan allí obtengan conocimientos sobre la naturaleza y el medioambiente”, lo dice Jairo Sedano, con gran expresión.
Después de una charla motivante nos dirigimos a lo que podría considerarse el paisaje más hermoso de este gran sitio. Luego de unos minutos de atravesar los árboles junto con grandes piedras, se podía observar una hermosa cascada que caía a un caño cristalino; todo era un paisaje de exquisita e impresionante belleza.
Después de deleitar nuestros ojos con semejante paisaje, Jairo nos invitó a regresar a su casa y luego de cruzar algunos arroyos y sentir el follaje por nuestros cuerpos y caras, nos llevó adonde la Universidad El Bosque realiza algunos estudios sobre las plantas que existen allí.
Según Alejandra Dueñas, bióloga de la Universidad El Bosque, su institución se encuentra realizando estudios acerca de la cantidad de biomasa que cae en una de las parcelas de la Reserva Natural Diamantes de las Aguas, la cantidad de carbono que puede absorber este lugar y su la fauna y flora.
Al llegar nuevamente a su hogar, Jairo nos invitó al laboratorio que su hija Valentina de 10 años tiene para conservar el medioambiente; un pequeño mariposario, donde cría especies de la zona.
Valentina nos enseñó la bonita labor que realiza al conservar estas hermosas mariposas, incluso presenciamos el gesto de dejar en libertad a algunas de ellas, las cuales parecían que no querían irse, pero que al final alzaron vuelo.
Junto a este mariposario nos llamó la atención un pequeño toldo donde Jairo produce abonos naturales con gusanos y el cual utiliza para los cultivos que allí tiene para su alimentación y para fabricar diferentes productos, como ajíes, salsas y repelentes naturales a base de citronela. Además, cultiva flores de heliconias y la cría de meliponas (abejas polinizadoras sin aguijón).
Un sitio donde se puede ver el esfuerzo que ha hecho Jairo para dejar atrás la ganadería y dedicarse a esta humilde labor que le deja grandes satisfacciones, pues donde hoy están estos pequeños laboratorios de vida estaban sus antiguos establos de ganado y cerdos.
Sin duda, es un lugar maravilloso, del cual no queríamos partir, pero infortunadamente debíamos continuar con nuestra aventura en esta impresionante tierra llena de tesoros por conocer.
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GALERÍA
Material fotográfico cortesía por Duvan Fiallo