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¡Ojo al ingenio de este barranquillero!

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¡OJO AL INGENIO DE ESTE BARRANQUILLERO!

Héroes de Nuestra Tierrita

Es lunes. Son las 8:50 de la mañana. El Ingeniero Químico y Optómetra Hernando José Hernández me dio una cita para reunirnos en la Universidad El Bosque. Yo, como de costumbre, llego con anticipación. Las personas que me reciben me hacen seguir a la sala de espera. Me siento y mientras llegaba, pensé en revisar las notas con las preguntas que le iba a realizar al inventor que ha patentado 4 dispositivos con el fin de prevenir y tratar las enfermedades de salud visual y mejorar la enseñanza.

No pasaron ni 5 minutos cuando llego aquel hombre –alto con bata blanca, gafas y tez trigueña- se acercó, estrechó mi mano y me saludo con su acento costeño-. “Buenos días, sígame por favor” me dice. Caminamos entre los pasillos del alma mater y me preguntaba cómo me fue en el trayecto. Le dije que fue sorpresivamente agradable, pues no había mucho tráfico aun siendo lunes. Llegamos al laboratorio de simulación y me invito a sentarme en una de las sillas. Estábamos rodeados de maquetas de ojos, mesas de granito y algunas máquinas, que pienso eran parte de la carrera de optometría.

Comenzamos a conversar sobre el premio que recibió como el Titán Caracol en la categoría de innovación. Lo felicite y le dije que fue una de las votaciones más altas hasta el momento. El asienta con la cabeza y se acomoda para dar su entrevista. Hago una de las preguntas preparadas a quemarropa: ¿Quién es y de dónde viene Hernando José Hernández? Se me queda mirando y me dice “nací en Barranquilla y me crié en una familia humilde. Aunque mis padres no terminaron ni la primaria, me inculcaron la responsabilidad y fueron exigentes para que fuera un gran estudiante. De hecho, por iniciativa propia siempre fui el mejor de la clase e incluso al llegar a la universidad fui representante estudiantil cuando estudie Ingeniería Química en el Atlántico”, me lo expresa de manera relajada y a pesar de llevar varios años en Bogotá aún tiene su acento natal.

Al terminar su frase de inmediato le pregunte: ¿cómo llegó a ser optómetra? Él sin pensarlo mucho me respondió: “Todo llego de manera casual e inesperada. Compré una óptica porque uno de mis mejores amigos me dijo que era buen negocio. El encanto por curar la vista surgió después”.

El profesor siguiendo el hilo de su reflexión, me dice: “Uno como ingeniero está acostumbrado a realizar cálculos y ejercicios matemáticos todo el tiempo. Me llamaba la atención que los pacientes salieran felices y que se les hiciera una formula sin hacer muchas operaciones. Yo quería aprender cuál era el truco y saber manipular el aparato que ellos usaban. Es ahí cuando decidí entrar a estudiar optometría”.

Cuando termina de responder en ese momento me surge la duda de cuándo inició el proceso de hacer su primer invento, por lo tanto le pregunto. ¿Cómo le llego esa idea? El profesor queda en silencio unos segundos, como recogiendo las hojas de las páginas de la memoria de su vida y me responde: “recuerdo que fue gracias al señor Gabriel Acosta Bendek, fundador y rector de la institución donde estudié. El me inspiró. Me di cuenta de que él usaba unos lentes con una fórmula muy alta, eso me hizo pensar: él que es tan inteligente y tan brillante, ¿cómo hará para ver con esos anteojos? Fue entonces que reflexioné que todas las personas ven el mundo diferente”, dice Hernández.

Y continuando a su argumento y sonriendo relata que “un día tomé sin permiso las gafas al rector durante una conferencia y me las llevé para el laboratorio. Así pude saber cuál era su aumento y entendí perfectamente cómo funcionaba su ojo. De esta manera pensé que tenía que diseñar un ojo que se corrigiera con ese aumento. La idea era hacer un ojo que viera cómo él sin usar sus lentes. Empecé a fabricar el simulador con sus medidas, la córnea, la retina el cristalino. La diferencia es que a este ojo artificial le hice una ventanita por la que cualquiera se podía asomar y entender cómo veía esa persona. Esa ventanita fue la que me dio la patente del invento”, dice Hernández.

“Se escucha interesante profesor” le digo, pero ¿para qué sirve? “Con el los estudiantes reproducen los defectos visuales y patologías oculares para, que de manera autónoma e independiente, realicen el examen visual y oftalmoscópico como lo harían con un paciente real. El software indica aciertos y errores en el diagnóstico, tiempo empleado y muestra una curva de aprendizaje”, concluye el profesor Hernández.

En lo que investigue sé que tiene otros dos o tres inventos más, que ha desarrollado durante los 20 años que se ha dedicado a esta profesión. ¿Cuáles son y para qué sirven? “Uno de ellos es un Simulador de la Formación de Menisco Lagrimal con Lente de Contacto. Con este equipo, único en el mundo, el estudiante aprende las técnicas con la finalidad de colocar un lente de contacto rígido sin recurrir a un paciente. Esto permite ensayar y definir las características del lente de contacto definitivo que le brinde la mejor calidad óptica al paciente”.

Mientras mira un documento que tomo de una de las mesas del laboratorio me dice que “también se encuentra la Caja de Lentes de Prueba y Sensor Óptico Implementados por Computador. Con este invento los jóvenes aprenden a corregir con exactitud el defecto visual simulado, ya que los sensores de la caja le indican objetivamente el lente que mejor corrige un efecto visual. Así mismo, desarrolle una patente de un equipo llamado Estación de Refracción Ergonómica que es una manera personalizada de elaborar el examen de los ojos.

“¿Tiene más proyectos?” le pregunte. “Actualmente estoy desarrollando un nuevo invento en conjunto con la Facultad de Medicina. Esta patente está relacionada con curar enfermedades del ojo y corrección de patologías que no están comprendidas en las tecnologías que he desarrollado antes y pienso patentar otras más que no he dado a conocer”, concluye Hernández.

Me doy cuenta que le he quitado mucho tiempo y se que tiene que continuar con su trabajo, por lo cual le agradezco el darme esta entrevista y me despido sabiendo que estoy estrechando la mano de una persona que le dará a Colombia más alegrías con los inventos que está desarrollando.