Guaviare

Los guardianes del Guaviare

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LOS GUARDIANES DEL GUAVIARE

Tierrita de la esperanza

La noche cae y la travesía termina. Las aves, grillos y demás animales aún continúan cantando y me hace reflexionar sobre lo afortunados que somos los colombianos al tener a estos guardianes y a los habitantes de este alucinante lugar. Lo más seguro es que vamos a tener Parque Nacional Natural Serranía del Chiribiquete para rato.

El largo viaje de casi dos horas en avión está por terminar. Sin embargo, es una lástima dejar de ver por la ventanilla del avión el verde intenso de la selva surcada por ríos caudalosos y formaciones rocosas. Es un paisaje hermoso que muchos de los estudiantes de la Universidad El Bosque no cambiarían a pesar de las comodidades de la ciudad. Están allí por una sola razón cuidar de la gente y trabajar por el medioambiente del Parque Nacional Natural Serranía del Chiribiquete.

Son las 8 de la mañana y Alex Felipe Santos —un joven con cuerpo menudo de cabello largo y rizado— se prepara, junto con sus compañeros de biología, para iniciar la travesía entre la áspera trocha que los separa de las fincas ecoturísticas.

El canto de las aves y grillos hacen creer que el parque nos está saludando. En esta época la temperatura es caliente. La humedad aumenta con el paso de las horas. Nuestra ropa parece que empieza a pesar. Sin embargo, para ellos esto no es nuevo y las ganas de estar allí aún se encuentran intactas. Lo que a mí no me pasaba por ser mi primera vez.

¿Cuál es el objetivo de que ustedes vengan a una región tan inhóspita y lejos de la comodidad de la ciudad? Le pregunte, a lo que me respondió con agrado: “la idea de estar en ese lugar es fortalecer y evitar que este sitio sea explotado de manera inadecuada” dice Alex mientras tercia su morral para emprender el recorrido.

Al inicio de la caminata Alex escucha el crujido que da a cada paso, son las hojas y ramas secas, que le recuerda que alguna vez esta hermosa tierra estaba condenada a perderse, debido a la tala de árboles, la siembra y la recolección de la hoja de coca, que prometían darle al parque un futuro incierto.

En aquel sendero los rayos del sol que se filtran entre las ramas y hojas de la agreste selva, nos dejaba descubrir las maravillas que se esconden en este tesoro de la naturaleza. Sin importar, que hora era o cuanto habíamos caminado, el grupo de estudiantes no paraban de trabajar. Como niños curiosos identificaban las verdes plantas de estos parajes y estudiaban los diferentes tipos de insectos y mariposas que encontrábamos en el camino.

Todo cambio cuando comenzamos escuchar un sonido mágico y sosegador, que transmitía la sensación de paz y tranquilidad, era la fuerza del agua al caer. Estábamos cerca de una cascada. Todos nos mirábamos de reojo. Solo pensábamos en estar debajo de aquella corriente, pues el calor no daba tregua. Sin embargo, esa mágica aparición de la naturaleza solo nos indicaba que nos hallábamos cerca de la primera finca de nuestra visita.

Caminamos unos metros y al fondo se podía ver una finca como si fuera sacada de una pintura hiperrealista, sus colores vivos —azul, blanco y rojo— le daban al paisaje una nueva vista de lo que habíamos descubierto durante toda la travesía. En su puerta estaban don Abraham Daza y doña Elisenia Martínez, quienes nos esperaban para darnos la bienvenida a las Cascadas Las Delicias.

Hubo un corto saludo y antes de que los estudiantes comenzaran observar los avances que han tenido con ellos, fui a preguntarle a don Abraham. ¿Qué le ha traído a la región la llegada del turismo? Con una gran sonrisa y su acento llanero don Abraham afirma que “a esta región el turismo le ha servido para el mejoramiento (sic) prácticamente de todo. Con la misma finca hemos dado el estudio a los hijos y mejoramos la situación económica”.

Y no es para más, a unos metros de la casa de don Abraham, la majestuosidad de la cascada, una caída de agua con casi 26 metros de altura invita a cualquier aventurero estar en ese lugar. Don Abraham al mostrarnos el juguete que le regalo la naturaleza, casi en el patio de su casa, dice “que durante cerca de tres años muchas personas han venido a practicar escalada y descenso en ella. Y algunos repiten”.

El aire húmedo por las gotas de agua que rompen contra las piedras, nos da un momento de esparcimiento y tomamos un descanso. Por lo que vi la oportunidad de acercarme al director del grupo, el profesor Fernando Dueñas Valderrama, para preguntarle ¿qué quiere la universidad con este programa? Y aseguró que “el proyecto de los guardianes es una buena oportunidad para capacitar a los pobladores en convivencia y cuidado de la naturaleza. Queremos que se apropien de lo aprendido y efectúen las metas trazadas para tener un turismo más responsable y comprometidos por el lugar en donde viven».

Minutos después de esta visita y de ver los progresos de lo aprendido por don Abraham y su esposa en la finca Cascadas Las Delicias, continuamos con nuestro itinerario, para dirigirnos a unos de los puntos más paradisiacos de esta región: la Finca Tranquilandia.

Para ello recorrimos un largo trayecto para luego encontrarnos con el sonido del agua correr, todo indicaba que estábamos muy cerca de la finca Tranquilandia, donde nos contactó Andrés Grisales el administrador del sitio.

“Tranquilandia es una finca única porque en un solo pedacito disponemos con muchas cosas, por ejemplo nos encontramos con Macarenias (Las mismas algas de Caño Cristales), son alrededor de 500 metros de estas especies en distintos tonos y tiene un privilegiado lugar el cual tiene una piscina natural de 45 metros con aguas cristalinas” dice Grisales con gran emoción. Y no había duda, el rojo de las algas en todas las tonalidades dejaba con la boca abierta a cualquiera que se acercara.

Mientras caminábamos por la orilla del río alguien que estaba atrás y al cual no pude identificar dijo que en esta travesía al parque no se podía dejar a un lado la visita a la reserva natural Diamante de las Aguas, por lo que juntamos nuevamente fuerzas para ir a un sitio en donde fuimos recibidos con los brazos abiertos, por su propietario don José Sedano —Un hombre maduro, corpulencia gruesa y cabello y barba con tonos canosos—

Me causó curiosidad y le pregunte el ¿por qué ese recibimiento tan efusivo para los estudiantes? Junto con su esposa y su hija me explico que “cuando llegó la Universidad de El Bosque a esta región fue como si llegara un socio, un aliado o mejor un miembro más de la familia del Diamante de las Aguas, pues esta alianza nos ha fortalecido y nos capacitado para generar un turismo sostenible en nuestra finca”.

En este lugar se ha aprovechado la capacitación en un cien por ciento, pues allí se ofrece a los visitantes caminatas ecoturísticas guiadas, enseñar cómo cultivar flores exóticas y es uno de los lugares perfectos para la observación de aves del parque natural.

La noción del tiempo se perdió y lo único que vemos es como el sol comienza a esconderse en el horizonte. Daniela Dueñas, bióloga de la Universidad, una de las personas que trabaja junto con el grupo descansa, por lo que aproveche a acercarme a ella para preguntarle, ¿cuál era el futuro del programa de Guardianes?

“Sin duda alguna, este tipo de proyectos se pueden replicar en todo el territorio colombiano. Nosotros tenemos un país absolutamente hermoso, en donde cada lugar que llegas, encuentras personas y lugares mágicos, llenos de oportunidades y áreas por explorar” dice Daniela con la expresión de cansancio en la cara, pero con gran felicidad por lo que está haciendo.

En un instante en que todos están reunidos, el profesor Fernando, les dice a sus alumnos que este trabajo no termina en estas capacitaciones, estudios a la flora y fauna del parque.

“Tenemos que integrar a los niños de San José de Guaviare, que es nuestro valor y volverlos si es posible, en pequeños biólogos y científicos, al meterles en su cabeza que en el territorio en donde se encuentran tienen una riqueza mundial”, manifiesta Fernando.

La noche cae y la travesía termina. Las aves, grillos y demás animales aún continúan cantando y me hace reflexionar sobre lo afortunados que somos los colombianos al tener a estos guardianes y a los habitantes de este alucinante lugar. Lo más seguro es que vamos a tener Parque Nacional Natural Serranía del Chiribiquete para rato.