¡Extra, extra! La historia de una victoria

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¡EXTRA, EXTRA! LA HISTORIA DE UNA VICTORIA

Héroes de Nuestra Tierrita

Sobre la Av. Calle 19 con Carrera 22, en el barrio San Fasón, María Gabrielina, una mujer de 1,50 de estatura, llega justo cuando se asoman los primeros rayos del sol frotándose las manos por el inclemente frio de la capital, para cumplir el trabajo que, por más 28 años, los vecinos de ese sector siempre la han visto hacer: la venta de revistas y periódicos.

Llega bien abrigada con un saco azul, un pantalón de sudadera verde, tenis grises y una gorra azul, que además de ayudarle a mitigar el viento helado de las mañanas, con seguridad la cubrirá de los la radiación del sol al que está expuesta cada día.

Con la misma energía que comenzó este trabajo, arregla los periódicos y revistas que agarra en su brazo izquierdo, ofreciendo la prensa a los cientos de carros que transitan a diario por esta concurrida Avenida. Una vez el semáforo se pone en rojo, es el momento de actuar para ella, pasa entre los carros pequeños, pues son los que habitualmente adquieren su producto y ya con el tiempo memorizado sabe cuál es el momento justo para regresar al andén.

María Gabrielina, mientras ve como los autos comienzan su marcha, me dice: que es muy conocida por todo el sector, e incluso amiga y allegada de muchas de las familias de los conjuntos residenciales cercanos. Ha dedicado gran parte de su vida a este oficio, ya que ha sido gracias al que ha podido sacar a sus hijos adelante.

Con los ojos un poco aguados y la voz un poco entrecortada, relató que todo no ha sido fácil sobre todo desde hace 12 años ya que su esposo falleció y ha tenido que responder por algunas deudas y ciertos gastos del hogar. “Siempre pensé que contaría con la pensión que mi compañero de vida cotizaba, sin embargo, por algunos inconvenientes me fue imposible obtenerla”.

Sin embargo, a pesar de su sufrimiento ve la vida con positivismo, la venta de periódicos y revistas ha sido esa herramienta que le ha permitido sacar adelante a sus hijos, incluso a quienes no lo son de manera biológica, pues tiene un corazón tan grande que también a sus sobrinos ha logrado brindarles una educación básica importante, para que hoy sean las personas responsables y trabajadoras que son. Pues a lo largo de los años vieron como ella se despertaba todos los días con mucho amor a trabajar y dejarles algo de comer, este ejemplo ha sido parte de esa formación que la señora María le ha brindado a cada uno de sus hijos.

Nuevamente, el semáforo se pone en rojo y sin chistar toma sus periódicos y comienza a ofrecerlos. A su regreso me cuenta que: de domingo a domingo, se levanta a las 4:00 de la mañana pues le gusta prepararle el desayuno a dos de sus hijos que aún viven con ella, Daniela y Camilo, además adelanta algo del almuerzo y se alista para salir a coger transporte. Igualmente, me dice que vive en el barrio San Blas y que durante su trayecto debe hacer un trasbordo para llegar a su puesto de trabajo y que cada semana su jefe pasa a recogerle lo que ha vendido o lo que no y le paga por venta, además de entregarle el nuevo material de la semana.

Mientras escuchamos el caótico tránsito a nuestro lado, me contó que trabaja hasta el mediodía y regresa a su casa a realizar algunas tareas del hogar, como lavar la ropa, preparar la cena y hacer aseo, en la noche recibe a sus hijos con un plato de comida y se alistan para dormir.

Antes de que el semáforo volviera a ponerse en rojo, María me dijo: que vive agradecida con su trabajo, pues es la forma que encontró para obtener muchas de las cosas que hoy día disfruta, “he recibido diferentes premios y reconocimientos por parte de la empresa de periódicos gracias a las buenas ventas y aunque actualmente el trabajo no es igual, sigo saliendo todos los días con la misma esperanza que lo hacía algunos años atrás”.

El semáforo se pone en rojo y es como si le dijera que es hora de trabajar, se despide tomando los periódicos en su brazo y se pierde entre los carros y camiones sobre la Avenida Calle 19.