El bobo más famoso

¡Ayúdanos a compartir esta historia!

EL BOBO MÁS FAMOSO

Héroes de Nuestra Tierrita

En aquella Bogotá fría y gris de inicios del siglo XX surge uno de los personajes más legendarios de la época: “El bobo del tranvía”. La historia de un hombre que por amor fraternal termina loco y dirigiendo el tránsito de la capital.

El bobo más famoso

En la Bogotá en que había pocos autos y una Plaza de Bolívar con jardines de corte inglés y fuentes luminosas; se desenvolvió la vida de Antoñín “El bobo del Tranvía”.

Un joven que de nacimiento tenía una afección mental y quien asumió la tarea cuidar de su hermana. Cada día debía llevarla y recogerla del colegio, utilizando como medio de transporte el tranvía. Con el tiempo, su hermana fue creciendo al igual que los admiradores de ella.

Le pena de que la vieran con él, la impulsó a decirle que en vez de gastar el pasaje del tranvía se los gastará en los bizcochuelos que más le gustaba y la acompañará afuera del transporte. El accedió y desde ese momento lo veían correr todos los días detrás del tranvía.

Su locura comenzó un día que su hermana quería escaparse con un pretendiente. Los amigos de ella distrajeron a Antoñín comprándole los bizcochuelos que a él más le gustaba. Su lucidez se perdió cuando al voltear ya no la vio, del desespero se lanzaba a cada tranvía que pasaba para ver si la encontraba, hasta que uno de los vagones lo atropelló.

Luego de ese suceso y de recuperarse de sus heridas. El frenesí por encontrarla estaba intacto, no dejaba de correr tras los tranvías. Con el tiempo y sin regresar a su casa, comenzó a recolectar el dinero del transporte y sacaba corriendo a los gamines que se querían “colar”. Con los años, empezó a vestirse como un policía con gorra roja, camisa verde, correa negra, pantalón amarillo,
botas azules y con una señal de “PARE” en sus manos y otra que decía “SIGA”. Además, se hacía notar con el ruido de un pito.

Se hizo tan famoso que los estudiantes universitarios lo llamaron “el comandante supremo de la Circulación y Tránsito” y ¡ay de quien no le hiciera caso!, el palo que cargaba no estaba de adorno.

El 9 de abril de 1948, se quedó sin trabajo. Los tranvías terminaron incendiados, tras la violencia del Bogotazo, haciendo que se deprimiera. Pero igual no se detuvo. Llegaron los buses de servicio urbano a los que también comenzó a seguirlos. Su historia laboral terminó cuando uno de ellos lo atropellara. Tras sus heridas y su afección mental fue llevado a la clínica de Sibaté donde murió cinco años después, esperando la visita de su hermana.