En esta oportunidad, la Ruta Chaquén, incluyó una de las ciudades más importantes en biodiversidad y de la economía pujante del país, como es la ciudad portuaria de Buenaventura: la puerta grande de Colombia.
Para llegar a esta extraordinaria ciudad fue necesario realizar el viaje en avión, el cual tomamos a primera hora de la mañana. Luego de una hora de trayecto, aterrizamos en el Aeropuerto Gerardo Tobar López, el cual tiene unas locaciones pequeñas, pero una excelente infraestructura. Desde este sitio hasta el centro histórico de Buenaventura, el taxi se demora media hora, desde donde se puede ver la inmensidad de esta ciudad.
El clima fue, nuevamente, benevolente con nosotros, las nubes cómplices de todas nuestras travesías, nos cubrían para no sucumbir en las sofocantes temperaturas que pueden llegar en un día soleado a 32 grados centígrados.
Al arribar a nuestro destino y dejar todas nuestras pertenencias en el hotel, Clara Santafé, directora del programa de Biología de la Universidad El Bosque, nos invitó a realizar nuestra primera visita en este mágico lugar: el malecón de Buenaventura, el cual solo estaba a unas pocas cuadras de donde nos hospedábamos.
Este hermoso sitio turístico se encuentra en Bahía de Cruz de Buenaventura junto al parque Néstor Urbano Tenorio, el cual cuenta que una enorme área de zonas deportivas, juegos infantiles, locales comerciales y un imponente faro que evoca romanticismo.
La vista era espectacular; los manglares que reposan en las aguas de la bahía, las olas golpeando el filo del malecón, el vuelo de los pelicanos, el faro, el muelle turístico y el cruce de los majestuosos barcos representaban un idílico cuadro.
Para tener una idea de la inmensidad de esta ciudad, Clara Santafé no llevó a la terraza de uno de los hoteles más altos de la ciudad, donde logramos divisar la antigua arquitectura de la misma y las grandes torres de grúas del puerto, que no dejaban de descargar los inmensos barcos que llegaban a este paraje, con la mayor parte de mercancía que mueve el país.
Ya era mediodía y era el momento propicio para ir a uno de los sitios preferidos por locales y turistas, la hora de conocer la oferta gastronómica que ofrece la Perla del Pacífico: la Galería José Hilario López, la plaza de abastos de la ciudad.
Allí nos encontramos con Nixon Arboleda, secretario de Turismo de Buenaventura y María Helena Rodríguez, coordinadora de esta entidad, quienes nos hablaron del mejoramiento que tuvo esa infraestructura para que las comunidades se acercarán a comprar todos los frutos de la tierra y el mar.
“En esta galería no solo se encuentran los productos de pancoger, sino también la muestra gastronómica tradicional y ancestral del litoral Pacífico hecha por las manos de mujeres y hombres que desean dar a conocer sus productos culinarios a turistas nacionales e internacionales” aseguró María Helena Rodríguez, coordinadora de la Secretaría de Turismo de Buenaventura.
En la parte de los restaurantes de la Galería trabaja un grupo de 20 bellas mujeres que con su carisma y alegría le ponen su sazón secreta a estos exquisitos platos que ofrecen, los más icónicos son: el siete mares, el cual contiene mariscos, camarón, piangua, calamar y huevos de pescado, entre otros ingredientes y va acompañado de arroz, ensalada y caldo de pescado, y el cuatro mares, el cual contiene cuatro ingredientes de los frutos del mar y está acompañado también de arroz, ensalada y caldo de pescado, recetas que traen muchos beneficios a la salud y despiertan el deseo sexual. Claro está que si lo desean pueden encontrar un menú variado con diversos pescados y mariscos.
Luego de esta grata experiencia gastronómica y con el estómago lleno nos dirigimos al Centro Administrativo Distrital de Buenaventura para conocer el mural que tiene por título: Buenaventura 450 años al Cosmos, el cual fue realizado en los años 60 por varios pintores expertos en acuarela, donde se recoge la historia de la ciudad, el origen de la vida, la Conquista española, la República y la vida contemporánea. Una pintura que es un tesoro para los bonaverenses.
Luego de disfrutar de esta obra de arte, Nixon Arboleda, secretario de Turismo de la ciudad, nos invitó a conocer a Lucía Solis, una de las maestras de saberes ancestrales de la región, quien tiene un pequeño local, diagonal al Centro Administrativo, donde ofrece además de sus néctares de sabiduría, su tradición y la cultura ancestral del litoral Pacífico.
Vestida con un traje de colores azules claros y un hermoso turbante que combinaba perfectamente, nos recibió con una hermosa sonrisa. Detrás de ella se podían observar estantes de madera que contenía toda clase de artesanías y bebidas realizadas con plantas oriundas de la región y viche.
Al conversar con ella, descubrimos que cada botella tenía su historia y un cúmulo de conocimientos de la cultura afrodescendiente. Bebidas espirituosas que han sobrevivido por más de 300 años, desde que los esclavos destilaban diferentes bebidas de viche a partir de la caña de azúcar verde, las cuales se realizaban a escondidas, no solo para las fiestas, sino también para procrear, la salud y hasta para pasar el trago amargo de la muerte.
“Con estas bebidas destilamos nuestro patrimonio: cuando una persona consume viche o sus derivados, como tomaseca, curao, tumbacatre y arrechón, entre otros, están consumiendo nuestra historia y nuestra cultura”, dice Solis con una sonrisa en sus labios.
Ya eran las cuatro de la tarde y después de embriagarnos con los conocimientos de la cultura afrodescendiente, nos invitaron al barrio Independencia, donde funciona la Fundación Asoparupa (Asociación de Parteras Unidas del Pacífico). Allí, en una casa blanca de tres pisos nos esperaba un grupo de hermosas mujeres; su alegría y sus sonrisas eran contagiosas y sus pequeñas cicatrices del paso de la vida mostraban su experiencia, sabiduría, inteligencia y valentía.
En las paredes se encuentran plasmadas las huellas de algunos de los cientos de niños que llegaron a la vida, gracias a las manos de estas mujeres, que se resisten a que el conocimiento ancestral de la partería desaparezca.
Un encuentro mágico donde lo ancestral y la sabiduría del Pacífico se encarnaron en unas mujeres sabias y encantadoras, guardianas del génesis de la vida, de la fertilidad, y del equilibrio entre la naturaleza y el maravilloso proceso del alumbramiento.
Sus manos han traído a este mundo muchos niños, no solo de la región sino de diferentes partes del país y Suramérica, cuidando de su salud física y la de sus madres, y también de su salud emocional y espiritual. Al final, las maestras nos guiaron por un ritual de bebidas ancestrales. Nos faltarían palabras para describir lo que sentimos, solo podemos decir que por unos momentos nuestros espíritus se amalgamaron con la vida y con el Pacífico.
Llegó la noche y nos trasladamos al hotel a prepararnos para ir a conocer el nuevo destino, conocido como playa Punta Soldado.