Buenaventura Capítulo 3

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BUENAVENTURA CAPÍTULO 3

Ruta del Chaquén 2.0

VIDEO CAPÍTULO 3

Producción Nuestra Tierrita: Cámara 1: Duvan Fiallo; Cámara 2: Pedro Aldana; Cámara 3: Juan Pinillos;  Coordinación periodística: Edgar A. Núñez; Guion: Edgar A. Núñez y Pedro Aldana; Postproducción: Luisa Escobar Sonido: Edwin Castiblanco. Bogotá Colombia.

Tercer día y último día de nuestra visita en el Pacífico colombiano. A primera hora nos dirigimos al muelle turístico de Buenaventura, con el fin de abordar una lancha para dirigirnos a Juanchaco, un lugar paradisíaco y rebosante de biodiversidad, con una expectativa muy especial: lograr el avistamiento de ballenas jorobadas.

Acompañados por Gustavo Asprilla, oriundo de Juanchaco y nuestro guía asignado por la Secretaría de Turismo de Buenaventura, nos embarcamos en una lancha rápida para dirigirnos a ese hermoso destino, el cual se demoraba aproximadamente 50 minutos y que estaba a 37,4 km de distancia.

Durante el trayecto, la brisa del mar nos golpeaba la cara, algunas gorras volaban y se escuchaban algunos gritos espontáneos, cada vez que grandes olas nos golpeaban. El paisaje era imponente, el mar, las playas y los hoteles enclavados en esa inmensidad de bosques quedaron plasmados en nuestras retinas.

Al final se podía ver un pequeño muelle, lo que indicaba que faltaba poco para llegar a Juanchaco, donde hicimos una pequeña parada, para luego desembarcar en el río Juanchaquito, lugar preferido de los niños nativos de la región para aprender a nadar, y donde nos recogería Harold Conrado, capitán de la embarcación que nos llevaría mar adentro, para avistar los grupos de ballenas exploradoras.

La expectativa era grande, mientras la lancha del capitán Conrado se abría paso frente a olas de casi un metro de altura y se alejaba de la costa para adentrarnos al océano Pacífico. Cada minuto que pasaba veíamos a la costa hacerse más pequeña, nuestro horizonte era solo agua, lo que nos hacía pensar qué tan minúsculos somos frente a la grandeza de nuestro planeta.

Aunque la temporada de avistamiento de ballenas jorobadas, especie orgullosamente colombiana, inicia en agosto y termina en septiembre, y nuestra expedición se dio el 7 de julio, los biólogos de la Universidad El Bosque nos contaron que los primeros grupos de ballenas jorobadas adultas ya se encontraban explorando el territorio para determinar, con la sabiduría propia de la naturaleza, que las condiciones son seguras y propicias para luego ir en busca del resto de la manada.

Sentíamos que las probabilidades de verlas se agotaban, sin embargo, sobre el horizonte comenzamos a ver los resoplidos de las primeras. Harold y Gustavo con su experiencia comenzaron a seguir esas señales y logramos avistar de primera mano la belleza de estos imponentes mamíferos. Nuestra emoción no se podía ocultar.

Salían una y otra vez como observando quiénes estaban en su territorio, había instantes en que dejaban mostrar su dorso o sacaban su cola para demostrar su poderío, el vaivén de las olas y la emoción de verlas hizo que fuera una difícil tarea capturar con nuestras cámaras ese bello recuerdo.

Después de un largo tiempo entre olas y ese sublime momento regresamos a Juanchaco. Una población hermosa que tiene mucho por ofrecer a sus visitantes y que cuenta con una infraestructura de hostales auténticos y acogedores para los amantes de este tipo de turismo.

Al desembarcar, caminamos por las calles llenas de casas tradicionales y muy coloridas, donde nos encontramos con el Museo Vivo de Bebidas Ancestrales: Marina Mar, el cual está dirigido por Marina Gamboa, quien ofrece en su local diferentes bebidas tradicionales a base de viche y bellas artesanías.

En este mismo lugar nos encontramos con José Alex Valencia, músico de 20 años, experto en interpretar la marimba, y quien nos deleitó con su talento e inigualables sonidos del piano de la selva.

Él empezó con este oficio desde temprana edad y se encuentra en este momento, integrando un grupo musical, y en sus tiempos libres, enseña a los niños de Juanchaco el arte de tocar este noble instrumento.

Cayó la tarde y ya era hora de regresar a Buenaventura. Al llegar, cumplimos con una cita que teníamos pendiente. Nos dirigimos a un costado del Malecón, donde el doctor Julio Rodríguez nos esperaba, veterinario de profesión, y quien consagró su vida a la documentación histórica de toda la cultura nacional y mundial que ingresa y confluye a través del puerto.

Rodríguez, director del Museo de Ciencias, Cultural e Histórico de Buenaventura nos presentó el lugar que se encuentra entre dos containeres de 40 pies; su pasión y sacrificio han recopilado infinidad de objetos que han hecho historia en el puerto.

En este establecimiento se pueden observar artesanías antiguas, cámaras fotográficas, instrumentos médicos y odontológicos antiquísimos, historia de la música y animales insólitos disecados de esta bella tierra. Es mucho material histórico que se puede perder por la falta de espacio, pues este sitio es tan pequeño que las obras más grandes se encuentran exhibidas en el Malecón.

La noche llegó y visitamos el restaurante Kalunga, ejemplo de emprendimiento que busca rescatar y promulgar la cultura del Pacífico, bajo un nuevo y original formato liderado por Nohemí Valencia, quien busca recrear una aldea típica de la región y que ofrece música en vivo y platos típicos de su gastronomía.

Nuestra visita a Buenaventura terminaba en medio de currulao y alegría, y con el corazón rebosante de agua de mar, viche, selva, historia y sabiduría ancestral.

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GALERÍA

Material fotográfico cortesía por Duvan Fiallo y Juan Pinillos