Guaviare Capítulo 2

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GUAVIARE CAPÍTULO 2

Ruta del Chaquén 2.0

VIDEO CAPÍTULO 2

Producción Nuestra Tierrita: Cámara 1: Duvan Fiallo; Cámara 2: Pedro Aldana; Coordinación periodística: Edgar A. Núñez; Guion: Edgar A. Núñez y Pedro Aldana; Postproducción: Duvan Fiallo Sonido: Edwin Castiblanco. Bogotá Colombia.

Después de regocijarnos en una conexión espiritual con la naturaleza en el Diamante de las Aguas, nos dirigimos a uno de los sitios obligados de este precioso lugar, como es la Finca La Recebera, cuna de los enigmáticos pozos naturales, la cual vale la pena recorrerla para despejar la mente y alimentar el alma.

Este apacible lugar se encuentra a 25 minutos del casco urbano de San José de Guaviare, por la vía a Nuevo Tolima, seis kilómetros de una vía en perfecto estado y dos de un camino de tierra roja que nos llevaba directo a la Finca La Recebera.

Al entrar a este hermoso sitio, lo primero que uno observa a la entrada es la piscina natural, que está bañada con aguas cristalinas de los caudales de aguas que hay en la Serranía La Lindosa. Junto a ella se encuentra una caseta, donde se ofrecen diferentes alimentos y una hermosa vista de palmeras, las cuales brindan la suficiente sombra para apaciguar los rayos del sol.

Allí nos encontramos con Jaime Alfonso Bernal, uno de los guías turísticos de este sitio, y quien nos invitó a seguir por un sendero lleno de naturaleza y vegetación, no sin antes revisar que en nuestros morrales no lleváramos bebidas alcohólicas o elementos que puedan terminar como basura en el sendero.

Luego de cruzar un gran cartel de bienvenida sabíamos que nos adentrábamos a una nueva aventura. Árboles, plantas y el sonido de aves y de animales era el factor común durante el trayecto y el cual nos guiaba hacia nuestra primera parada: la Cascada del Amor, uno de los tesoros escondidos de este hermoso paraíso.

Al llegar allí nos maravillamos con la hermosa caída de agua, la cual estaba adornada no solo por la espesa vegetación, sino también por las formaciones rocosas que colindan con este caudal de agua y se asemeja a una milhoja, por las diferentes capas de piedras que había allí.

Después de disfrutar de la brisa que nos ofreció la cascada continuamos nuestro camino hacia, lo que tal vez, la Finca La Recebera es su gran baluarte: los pozos naturales.

Para llegar allí, continuamos caminando por el sendero de caminos estrechos, vegetación, raíces y árboles que era nuestro soporte para continuar un camino, el cual tiene todas las medidas de seguridad, con sogas, puentes pequeños de madera plástica y señales preventivas que fueron instaladas allí, gracias a la asesoría de la Universidad El Bosque en este sitio ecoturístico.

Luego de varios minutos de recorrido se comenzaba a escuchar cómo el río avanzaba sobre las rocas, luego la abundante vegetación se despejó y vimos cómo el caño amarillo, como lo llaman los lugareños, mostraba su auténtica belleza y en él los enigmáticos pozos naturales, los cuales tienen diferentes versiones de cómo se formaron.

Estas pequeñas piscinas naturales se encuentran por todo el recorrido del caudal, las cuales tienen diferentes tamaños y con profundidades que pueden llegar hasta los cuatro metros. El sitio ideal para pasar el día, incluso realizar un sancocho con pequeñas cocinas que alquilan en la Finca La Recebera.

“El turismo de esta zona es reservado, debido a que el aforo es limitado, puesto que la consigna para todos los lugares de la Serranía de la Lindosa es conservar el ecosistema”, así lo afirma Alejandra Dueñas, bióloga de la Universidad El Bosque.

El sol se ocultaba avisándonos que esta excursión terminó y que desde ya debíamos estar preparados para conocer, al día siguiente, unos de los sitios más coloridos del Guaviare: Trankilandia.

En nuestro tercer día de visita al departamento del Guaviare, la Ruta Chaquén nos ha dejado inolvidables experiencias y en esta oportunidad nos encontraríamos con una colorida combinación de belleza y naturaleza.

A las 8 de la mañana, iniciamos nuestro viaje a la Finca Trankilandia (a 12 kilómetros de la capital de este departamento), donde comenzamos una pequeña caminata de tres kilómetros por un sendero tapizado de un corto follaje, la cual salía de la formación rocosa del escudo guyanés, el cual nos llevó a un pequeño puente de madera plástica que estaba dispuesto sobre un arroyo que desembocaba al Caño Sabana. Al cruzarlo, nos encontramos de frente con una valla adornada con un letrero hecho con tapas de gaseosa con el nombre de Trankilandia, lo que nos indicaba que habíamos llegado a nuestro destino.

Al adentrarnos un poco más por el camino fuimos recibidos por tres perros que salían de la propiedad de la familia Grisales, un balneario donde visitantes de la zona, nacionales y extranjeros se deleitan del paisaje y de las piscinas naturales que tiene este magnífico lugar.

Las instalaciones de la familia Grisales, quienes llevan más de 12 años protegiendo la biodiversidad de la zona, disponen de todos los recursos necesarios para pasar un día inolvidable. Su gran tesoro es el caño Sabana, donde encontramos a las maravillosas ninfas de agua: las Macarenias Clavigeras rosadas y verdes.

Esta vegetación, desde hace varios años fue confundida con algas, pero luego de diferentes estudios e investigaciones se descubrió que realmente son plantas, debido a que cuentan con raíz, tallo, hojas e incluso florecen cuando el caudal baja en ciertas temporadas del año.

Prácticamente, es la versión pequeña de nuestro famoso caudal de Caño Cristales. Sin embargo, no tiene nada que envidiarle a ese baluarte natural de Nuestra Tierrita.

Andrés Grisales, nuestro anfitrión, nos llevó a hacer el recorrido para conocer cómo la naturaleza expresa su riqueza en biodiversidad y su manera de adaptarse a los fenómenos naturales, por un sendero que se encuentra junto a las cristalinas aguas del caño, el cual comenzamos a recorrer y disfrutar de su belleza.

Andrés nos indicó que para preservar las plantas y la biodiversidad de este caudal de agua deben colocar una protección con un lazo por todo el sendero, con el fin de que las personas no traten de cruzar el río o tocar las plantas que emergen desde allí.

Después de un corto recorrido logramos ver cómo Caño Sabana se vestía con sus mejores prendas: el agua comenzó a ponerse de color rosado y verde, gracias a la coloración de estas hermosas plantas y con el permiso de Andrés logramos ver cómo esta vegetación bailaba con el paso de la corriente del río.

Según Alejandra Dueñas, bióloga de la Universidad El Bosque, el color rosado de las Macarenias Clavigeras se debe a que están en contacto directo con el sol, mientras que, las de color verde están bajo sombra, la mayor parte de su vida.

El marco de esta pintura no podría ser mejor, debido a que en las orillas del caño se alzan como guardianas engalanadas varias palmas de moriche, dibujando un cuadro surrealista que inspira la ensoñación.

En este paradisiaco sitio, la Universidad El Bosque ha capacitado a la familia Grisales y ha brindado apoyo técnico y científico, como, por ejemplo, realizar estudios de capacidad de carga para que haya un turismo amigable con el medio ambiente.

Ya en la parte baja donde Caño Sabana desemboca en el Caño Retiro, se puede disfrutar de un refrescante baño en una hermosa piscina natural que pareciera creada por dioses y de un increíble puente colgante para desafiar de forma segura el equilibrio.

Con seguridad, este lugar se quedará grabado en nuestra memoria visual para toda la vida y al que acudiremos cuando el estrés de la ciudad nos desborde.

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GALERÍA

Material fotográfico cortesía por Duvan Fiallo