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Sebastián Sierra: El fénix de la esperanza

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SEBASTIÁN SIERRA: EL FÉNIX DE LA ESPERANZA

Héroes de Nuestra Tierrita

A pesar del cansancio por las horas de clase y la incomodidad del transporte público, a los niños del Club Fénix FC no se les borran la sonrisa y el entusiasmo por un nuevo día de entrenamiento. Llegan felices porque son afortunados de asistir a esta academia, gracias a las donaciones que obtienen de varias ciudades del país.
En los camerinos se saludan con el puño cerrado. Abren sus maletines para ponerse su uniforme –una camiseta azul celeste con un letrero grande en mayúscula que dice FENIX F.C. y una pantaloneta azul oscura–. Conversan, a grito herido, sobre el último partido de sus jugadores favoritos. No dejan de exaltar las jugadas de James, las gambetas de Cuadrado y las atajadas de Ospina. Como siempre no falta el chistoso que los hace reír a carcajadas, mientras hacen el nudo de los cordones de sus guayos. Sin chistar salen corriendo al campo con el fin de iniciar su calentamiento.

–Unas vueltas a la cancha para comenzar– les grita Sebastián Sierra, promotor del club deportivo y quien les da la oportunidad de cumplir uno de los grandes sueños de estos pequeños: entrenar en una escuela de fútbol para llegar a ser como sus héroes de la Selección Colombia.

Los 24 jóvenes del club salen a trotar a nuestro alrededor. En ese instante aprovecho acercarme al creador de esta iniciativa y le pregunto ¿qué lo llevó a abrir este Club?, el mientras los observa fijamente como se desplazan, me contesta: “Hay muchos niños con mucho talento, no solo para el fútbol, hay talento para la vida, para poder aprender, para poder hablar, para poder comunicarse, para muchas cosas y el proyecto nace en el tema de buscar en combinar los conceptos de fundación y un club deportivo, para poder tener a ambos en un mismo lugar y en una sola idea”.

Después de soplar su silbato y avisándoles que no bajen la velocidad con la mano, me sigue contando que “Con ello quiero que los niños estén capacitados socialmente, educativamente y futbolísticamente. Ellos deben desarrollar todas sus capacidades al brindarles acceso a instalaciones de calidad y a costos que se ajusten a los bolsillos de sus padres” dice el administrador de empresas egresado de la Universidad El Bosque.

–García no se quede atrás­– interrumpe la charla al observar que uno de sus pupilos se está quedando en el trote. Sus ojos se centraron en un punto fijo, como devolviendo la película de su vida, y con voz pausada me dice “esta idea nació de una experiencia personal cuando era pequeño. Mi mamá se hizo cargo de mí y ella no contaba con los suficientes recursos para que me cumpliera el sueño que más deseaba en ese momento, ingresar a una escuela de fútbol y fue frustrante. En este momento acceder a una escuela de fútbol está costando entre $70 mil y $220 mil pesos, un lujo que ningún padre que gane el mínimo puede costear”.

Entonces ¿quiénes pueden formar parte de esta fundación? Le pregunto. “los padres de familia pagan según la situación socioeconómica, dependiendo de lo que tienen, donde viven y el rendimiento escolar del menor. Con estos datos realizamos un estudio para saber que niños pueden acceder al Club, por lo general son niños de los estratos 0, 1 y 2. No todos pagan lo mismo, incluso tenemos una red de donadores que compensan el costo faltante”.

“Hay padrinos que aportan desde $1.000 hasta $50.000, ya sea diarios, mensual, trimestral, semestral o anual. Incluso a parte de estas personas la Universidad El Bosque nos apoya prestándonos las chanchas de fútbol sintéticas y la profesional”, asegura Sierra, mientras vemos que el entrenador ya tiene a los niños haciendo prácticas de tiro libre.

Me acerco a los pequeños que hacen fila para poder patear el balón y les pregunto ¿qué han aprendido en el Club? Y uno de ellos responde que “gracias a la academia han aprendido no solo tener una formación deportiva, sino también una gran personalidad, pues de que sirve ser un buen deportista si cuando el rival está de espalda le das una patada. Hay que ser noble y honrado”, dice el niño con una grande sonrisa.

En un instante volteo a mirar y veo a una persona sentada en las pequeñas gradas de la cancha. Esta una de las fanáticas del equipo. Una mujer delgada, que no quita la mira a los niños mientras entrena. Es doña Maribel Colmenares, quien siempre acompaña a su hijo sin falta. ¿Por qué decidió darle este apoyo a su hijo?, le pregunte: “lo que me gusta es que a ellos los forman tanto en valores y responsabilidad, es decir que sean unos niños de bien, que no sean groseros y sean responsables en la casa como en el colegio, pues si no tienen un buen nivel académico pueden perder su cupo”.

Nuevamente volteo a mirar al campo. Los niños inician un picadito, como le dicen en la jerga del fútbol. El partido comienza y como si estuvieran en el estadio más grande del mundo comienzan a demostrar sus habilidades que le han enseñado en la academia.

La disciplina en los entrenamientos los han dejado en una buena posición en el torneo que están jugando. Sin embargo, trabajan para participar en competencias nacionales y cambiar la mentalidad de los colombianos con respecto a los proyectos sociales y demostrarles a sus padrinos que su inversión no se está perdiendo.